Capítulo 6
Aquella noche, Stephan soñó con la casa que salvó del fuego. Todo estaba en ruinas. Pareciera que habían pasado muchos años desde entonces. La casa estaba iluminada y grandes sombras dominaban el lugar, hondeando como lo hacen las llamas, pero no había rastro de fuego ni de humo por ninguna parte. Un encendedor zippo marcaba el tic tac de los segundos, que poco a poco fue acelerando. Unas risas acompañaban los pulsos como una melodía, los cuales se iban disipando a medida que las risas dejaban paso a una sola voz: La de una niña.
Un sonido entrecortado entre carcajada y llanto mantenía atento a Stephan, que no podía más que observar las ruinas del lugar. Fue entonces, cuando aquel tic tac dejó de sonar y el zippo cayó al suelo. El sueño se convirtió en pura luz y, al despertar, Stephan no entendía nada de lo que estaba pasando. "Recuerdo lo que pasó el día anterior y lo del sueño, pero creo que no entendí nada, por lo menos en ese momento".
El día comenzaba fuerte y aún quedaban cámaras que revisar. En su libreta se mantenían apuntadas las anotaciones del día anterior, en las que se incluían las fechas y los fallos de imagen de cada cámara registrada. Asignó un número concreto a cada una, que representaba el tiempo que se mantenían apagadas y, una vez localizadas en un mapa, continuaba el análisis. En ellas seguían apareciendo horrores dignos de una novela de terror o de suspense.
En ese punto se podía decir que nada aseguraba que todo aquello estuviera sucediendo. Las cosas no tenían sentido. Stephan no quería demonizar la situación con banalidades, no deseaba enloquecer, pero la situación lo superaba. Cuando le miré a los ojos pude contemplar miedo e inseguridad, no por lo que me contaba que había visto, sino porque le tomase por un loco.
Stephan continuó su inspección. Llegó a una calle del centro de Madrid muy antigua, estrecha, sin apenas iluminación y sin vestigios de vida. La mayoría de los sitios de las cámaras comenzaban así, por lo que ya le pareció normal. Hasta que comenzó a haber actividad de nuevo.
Una familia caminaba: Un padre, una madre y una niña pequeña. Era época invernal, así que aparecieron bastante abrigados y con un rostro de felicidad encajado en el semblante tras regresar de las compras navideñas. Stephan me recalcó que parecían muy felices y que ese bienestar se desvanecería tarde o temprano, como había sucedido en grabaciones anteriores.
"No sé si era envidia o empatía, pero disfrutaba viéndoles y a la vez quería que les pasase algo malo que les borrara esas sonrisas".
Por supuesto, el presagio ocurrió. Al poco rato, apareció una furgoneta negra que parecía blindada. No llevaba matrícula. Habían pasado un par de coches antes, pero en cambio éste se paró justo enfrente de la cámara. De ella salieron tres individuos encapuchados que se dirigieron a toda prisa hacia la familia. El padre y la madre fueron secuestrados y aquellos hombres no dejaron rastro de su fechoría ni de su identidad, dejando a aquella niña sola e indefensa en medio de la calle. Ella comenzó a correr detrás de la veloz furgoneta que se marchaba a toda prisa, intentando alcanzarla sin éxito.
A Stephan le partió el alma.
"Me alejé lo suficiente del ordenador para no ver qué era lo que pasaba después, pero cuando volví a mirar la niña seguía allí. Tenía miedo. Nada tenía sentido... ".
Stephan sentía que tenía que intervenir. La niña permanecía sentada junto a una pared en un lateral de la calle. La noche se aproximaba y la temperatura descendía rápidamente. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue llamar a una comisaría cercana y explicarlo todo, pero eso no sucedió.
-Comisaría de policía de Madrid. Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarle?-. Nada más oír la voz del agente, Stephan colgó. No podía exponerse a que le rastrearan sin saber si lo que hacía era ilegal o si le vincularían con alguna de las atrocidades que había estado observando. Aún con todo, tenía que hacer algo... Y así lo hizo. Stephan decidió llamar a su compañero.
-Oye, ¿te acuerdas que te dije que quería viajar? Pues lo voy a hacer, así que lo mismo no me ves el pelo en un tiempo. Cúbreme, que lo mismo se me acaban las vacaciones antes.-
-¡Guay! No te preocupes... Si ya sabes que el jefe apenas viene por aquí, así que no creo que se de cuenta. ¡Disfruta que te lo mereces, coño!-
-Gracias, tío... De verdad. No sé qué haría sin ti.- Dijo un emocionado Stephan.
-¡Para eso estamos! Animarte para que hagas lo que deseas, jajaja-.
Nada más terminar la conversación, Stephan cogió el primer vuelo directo a Madrid. Esta vez estaría presente en todo. En su libreta tenía los recursos para resolver cualquier problema que estuviera ocurriendo. Tenía que salir de ese mundo, aquel que nunca le dio las gracias por estar ahí. No necesitaba respuestas pero sí un cambio... Y marchó en busca de uno.
Escrito por: Daniel Álvaro Nogales.
© 2024 Cam. 556: Madrid.
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