miércoles, 29 de mayo de 2024

CAM. 556: MADRID (II)

Capítulo 2

Llegados a este punto, Stephan me comentó que tenía ciertas dificultades para recordar por lo que había pasado. Esto fue aumentando cada vez más y su coletilla empezó a ser "creo". No me malinterpreten: No quiero ser arrogante y mucho menos tratar las palabras de Stephan con incredulidad. Él acudió a mí para que yo le ayudase, pero debo ser coherente con mi discurso y relatar exactamente lo que dijo y, por otra parte, apuntar lo que noté de su forma de hablar o expresiones sobre lo que sentía.

Respecto al anterior capítulo, él comentaba la situación en un principio como si fuese un sueño, como aquel que cuenta lo que vio sin apenas importancia, pero según iba narrando, su cara empezaba a dibujar una sonrisa e incluso mostraba emociones que, según dijo, nunca antes había sentido. Dejando de lado eso, también dejó claro que en ningún momento pensó en hacer nada malo con esas cámaras, ni siquiera se le pasó por la cabeza hasta que yo se lo dejé caer, cosa que interfiere bastante en el análisis que se podría esperar de este sujeto. Mas no explicaré nada que no sea íntegramente informativo con respecto a dicha historia o a lo que Stephan se refiere. 

En fin, la vida de Stephan continuaba como siempre, apenas llamativa o encantadora en ningún aspecto. La pantalla del ordenador permanecía encendida en su salón desde aquel día. Intacta, en la misma página que encontró, recargándose una y otra vez, completando secuencias de distintas cámaras.

Cada día se quedaba mirando fijamente sin saber realmente qué hacer. Quería investigar más, ver lo que la página le podía ofrecer, pero sus impulsos de rutina rompían con lo que deseaba. No tocó absolutamente nada que rodease el ordenador.

Un día al despertar, como por un impulso y seguido por el estado de sueño en el que yacía, se sentó a tomar un café delante de éste. Cuando se dio cuenta, estaba embobado mirando uno de los vídeos. Llamaba su atención de alguna forma, pero él entendía que era mera casualidad, que nunca se fijó en esa cámara, simplemente dejó que sus ojos tomaran esa decisión.

Se mostraba a una familia desayunando: Un padre, una madre y una niña pequeña. Cuando se terminó el café, como si desayunando con ellos estuviera, se levantó para dejar la taza en la cocina y volvió a sentarse. La familia estaba marchándose de casa en ese instante. Preparaban todas las cosas para el día que les aguardaba.

En este punto, Stephan comentó que sintió un gran alivio porque la familia se fuese de la casa y no entendía el por qué, pero dijo que le sorprendió ver cómo todos salían a la vez y sus caras reflejaban felicidad. Realmente no lo sintió, sino que cree que lo pensó porque giró su cabeza en el momento que salían por la puerta dejando su boca tan relajada que comenzaba a abrirse. El estado de relajación terminó en el instante en que se percató de que se habían dejado la sartén con aceite encima del fuego encendido. Un humo emergente fue el preludio de las crepitantes llamas que empezaron a brotar.

Stephan no lo pensó dos veces y comprobó la dirección del vídeo. Llamó lo antes posible a los bomberos.

-Eh... Perdón, es que estaba pasando por la calle "Lehargasse" y de una de las casas ha empezado a salir mucho humo. He llamado a la puerta pero no parece haber nadie.-

-¿Me puede decir la dirección exacta?

-Sí, claro... Pero no me puedo quedar.-

-No se preocupe. Nosotros nos encargamos. Muchas gracias.-

Stephan se quedó observando cómo los bomberos llegaban y apagaban las llamas que se extendían por la cocina. Sentía mucho miedo por si descubrían su identidad y cómo se había enterado de aquello, pero se sentía realizado por tal hazaña al ver que había salvado a una familia de perder su casa.

Para Stephan, eso supuso un antes y un después. Llamó a su trabajo y decidió cogerse las vacaciones que Luca le había sugerido.

 Escrito por: Daniel Álvaro Nogales.

© 2024 Cam. 556: Madrid.

lunes, 6 de mayo de 2024

No sense

Jeremy, así se llamaba aquel chico. No conozco mucho sobre él, pero desde que lo ví me llamo la atención. El cine era su lugar predilecto. Allí pasaba casi todas sus tardes y allí lo conocí. Parecía un chico solitario. Nunca tenía trato con nadie, pero siempre iba acompañado de un libro de ficción.

Jeremy es hereje, un corazón que se encoge. Cada palpitar de ensueño es un amago de ternura, y cada soslayo un tercio de diamante.

A medida que el sol dejaba ver los últimos reflejos del día, Jeremy se apresuraba a cruzar la vía central de la ciudad. Como siempre, sus ansias de escribir un gran bestseller le hacían llegar tarde a su cita.

Si su luz es tenue, entonces no alaba el bienestar de mundos, pero transita la igualdad de giros. Si está apagado, no acoge, sin menoscabo, el devenir de trastoques.

Por fin veía el cine al final de una calle abarrotada de gente. Allí esperaba Alison tan paciente como siempre. Antes de si quiera saludarse, pudieron ver cómo una nube extraña descendía bajo sus ojos, y en unos instantes, lo que podría haber sido una velada interesante se convirtió en un montón de gritos entremezclados, flases de escenas salidas de una película de terror y personas desvaneciéndose bajo sus ojos. Lo último que Jeremy pensó fue que esto sí podría haber sido un gran libro de ficción.


Escrito por: Andrew Wooldstick, Claire Roberts y Kristen Grey.

© Todos los derechos reservados.

miércoles, 1 de mayo de 2024

CAM. 556: MADRID

Prólogo

Creo no ser la mejor persona para contar su relato. Es más, considero que ninguno de ustedes debería disfrutar o satisfacer sus necesidades de ninguna manera posible con lo que le pasó, pero, por otro lado, considero que si lo cuento de forma que cada uno pueda sacar las conclusiones que él no pudo y lo aplican a sus vivencias personales, serán capaces de comprender su desdicha y, tal vez, aprovecharla en la suya propia.

Quiero que se comprenda de antemano que todo lo que se plantee aquí será lo que Stephan me transmitió con pelos y señales. Bajo ningún concepto entren en el juego de qué es qué y mucho menos en juzgar sin saber de dónde viene todo.

Mi identidad no será desvelada. Por diversos motivos me veo llevada a tratar estos escritos tal y como fue, por lo que si utilizan el ingenio descubrirán quién soy y el por qué de todo.

Para establecernos, comentaré algunos detalles del individuo, así como de sus hábitos comunes y de aquellas cosas importantes de valor que no se relaten más adelante.

Nuestro protagonista se llama Stephan, un hombre adulto de unos treinta y tres años, sin familia aparente ni amigos cercanos. Vive en las afueras de Nuremberg, Alemania. Trabaja como guarda de seguridad en uno de los centros comerciales más importantes de la región. No era la vida perfecta, pero era su vida.

Capítulo 1

Todo comenzó con un sueño. Uno en el que aparecía él pero se veía a sí mismo desde fuera. Todo estaba oscuro y nada había alrededor, tan sólo iluminaba una luz tenue que salía de la linterna de Stephan. Desde la perspectiva de la mirada de un animal, como un perro de alto le vemos. Está haciendo su ronda. Como cada noche, nada nuevo. Pero algo va mal y él lo siente. Comienza a girar su linterna de un lado a otro, apuntando a todas partes para intentar dar un sentido a su miedo. Nuestra vista comienza a dar saltos: Primero estamos al lado suya, luego detrás, luego delante.

-No le pierdas de vista. Apunta sus movimientos.- Oímos una voz que retumba a lo lejos, pero no hay nadie.

-¿Qué quieres de nosotros?- Una voz de mujer sollozando se oye más cerca, retumbando en el lugar.

-Entiendo... ¿Y qué sentiste?- Una voz intenta apaciguar la situación. De Stephan empieza a salir un sonido que no se distingue. Comienza a moverse y a seguir un patrón buscando esas voces, girando sobre sí mismo, apuntando a la nada. Nosotros, que seguimos bajo una visión acechante sobre él no paramos de dar vueltas alrededor. No consigue apuntarnos.

-Jeje... Hice lo que tenía que hacer, nada más.- El sonido que antes era indescriptible comienza a ser el llanto de un niño. De una niña, más concretamente. Comenzamos a movernos hacia él.

-Te quiero, cariño.-

-Pero, ma...- Tras las últimas voces nos tiramos al cuello de Stephan, pero justo en ese momento suena un disparo que nos empuja hacia atrás. Ambos quedamos mirándonos fijamente. Nos apunta con la linterna y ésta nos permite ver el rostro de Stephan por completo. De su cara se transparentan varias más. El sueño termina.

Stephan se despierta sobresaltado sobre una mesa donde hay un montón de papeles esparcidos. A su lado, otra mesa con un montón de pantallas que muestran las cámaras de seguridad del recinto donde trabaja con su compañero, Luca. Éste, al verle despertarse de golpe se gira y le mira con cara de preocupación. Se levanta lentamente para acercarse a él, aunque mostrando alguna molestia. Stephan está recogiendo los papeles que había por la mesa intentando demostrar que no ha pasado nada y que no hay de qué preocuparse. Su compañero apoya la mano en su hombro. Stephan se sobresalta levemente.

-Deberías coger vacaciones, Stephan.-

Stephan se levanta a por un café mientras se frota los ojos. La máquina no está lejos. Están en una habitación muy pequeña para dos personas y hay multitud de cables de por medio.

-Hace tiempo que no descansas. Por mucho que sea tu trabajo, deberías de mirar por ti de vez en cuando.-

-No lo necesito.- Contesta Stephan sirviéndose el café, sin mucho ánimo ni ganas de hablar. Se gira y se apoya en la mesa mientras bebe haciendo un gesto de cansancio y resoplando. Su compañero le mira contrariado.

-¿Y qué hago en casa, Luca? No tengo nada ni...-

-Pues te vas de fiesta y conoces a alguien, o yo que sé... Vete de putas. A nuestros jefes parece que les va bien así.- Luca se gira, levantando una mano por encima de su hombro y se pone a observar las cámaras.

-Paso de contestarte.- Replica Stephan.

-Haz lo que te salga de la polla, pero si quieres, yo te cubro.- Luca se apoya en la mesa con las dos manos. Stephan se acerca a Luca con el café en una mano y con la otra en el bolsillo. Empieza a observar las cámaras al lado de su compañero.

-Siempre quise viajar por el mundo.- Dice Luca.

-Haberte hecho azafata, monada.- Luca mira a Stephan sorprendido, pero al instante expresa una mirada comprensiva.

Stephan se gira mirándole de reojo, se muerde el labio y levanta un poco la cabeza. Pone la mano en el hombro de su compañero y hace un gesto con la cabeza de arriba a abajo, despidiéndose de él y dirigiéndose hacia la puerta.

-¡Mañana no te quiero ver aquí!-

-Mañana lo mismo estoy muerto.- Stephan le responde de forma sarcástica pero en el fondo lo cree. Se marcha dejando el vaso en la mesa y recogiendo sus cosas.

-Por lo menos podrías viajar a todas partes, jajaja...- bromea Luca.

La casa de Stephan no es nada del otro mundo. Es sencilla. No se podría describir de otra forma: Pocos muebles, ninguna foto, sólo algún que otro cuadro sin demasiado interés. Un par de sillas, un escritorio con un ordenador, un sofá y algún mueble antiguo.

La idea de irse de vacaciones se le ha metido en la cabeza. No se puede decir que no le ponga ganas. Stephan está delante de la pantalla del ordenador, buscando sitios a los que ir de la forma más barata posible y sin dejar su trabajo desocupado.

-Nah... No me lo puedo permitir...- Su voz suena a resignación, pero en el fondo es lo que prefiere.

-¿Qué mierda es esta?-

Al seguir investigando, acaba encontrando una página un tanto extraña. En la pantalla, multitud de grabaciones a tiempo real. Un sitio donde se captan las imágenes de las cámaras de seguridad repartidas por el mundo y se retransmiten a tiempo real. Incluso existen apartados para elegir la localización de las cámaras que se quieren ver. En uno de esos apartados se encuentra la ciudad de Stephan.

-Espera...- Stephan comienza a buscar rápidamente el sitio donde trabaja, ya que conoce esas cámaras a la perfección. Y se aparecen.

-Faltan, pero...- Stephan empieza a buscar sitios importantes de su ciudad.

-Joder... ¡Qué bueno! Osea, que es verdad eso de que nos vigilan continuamente... Aunque, ese es mi trabajo.- Se queda pensando sin moverse un pelo y, entonces, busca una dirección.

-No sé qué esperaba...- Los resultados no aparecen. Se acerca a la ventana pensando en las posibilidades que le da el haber descubierto esto y, aunque en su rostro se puede apreciar la contradicción que siente, no puede evitar pensar que puede serle beneficioso.


Escrito por: Daniel Álvaro Nogales.

© 2024 Cam. 556: Madrid.